miércoles, 30 de diciembre de 2009

Domi cum patris post viginti


Volvió al momento la mirada, como intentando castigarlo, demandándole muda una respuesta sobre su tardanza. Hervorosa de deseo, deseo por averiguar dónde había estado, con qué amigote de turno, en qué cantina de mierda, tomando qué guaro, a la sombra de qué nopales de plástico o de porcelana, así retornando siempre a lo inminente, mega en lo trascendental de lo implacable, de lo inevitable; consciente de que todo lo perdido en la conversación, en ésta, en cualquiera, no lo llenaba ninguna respuesta. Entonces, sorda a la replicación, dijo: “¿le fue bien, m’hijito?”

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