There is no ancient gentlemen but gard'ners,
ditchers, and grave-makers.
They hold up Adam's profession.
Shakespeare, Hamlet
A éste habrá que darle para el pelo.
Lo cual sería lástima, porque debe ser hombre de mérito
Ramón María del Valle Inclán,
Luces de Bohemia
ditchers, and grave-makers.
They hold up Adam's profession.
Shakespeare, Hamlet
A éste habrá que darle para el pelo.
Lo cual sería lástima, porque debe ser hombre de mérito
Ramón María del Valle Inclán,
Luces de Bohemia
-¡Pero es que el mae era carpintero y maestro de obras!
-No puede ser- y la risa se filtraba entre aquellas palabras con aroma a guaro; faltaban sólo instantes para que se desfiguraran en una unísona carcajada. Entonces, de entre los dientes de los comensales se asomarían fibrosas boronas de yuca que habrían de precipitarse hasta la mesa amarilla, se posarían luego sobre los individuales como una mancha de ketchup en la barbilla de una mujer deliciosa.
La esposa de Raúl intentaba contener los influjos de la hilaridad; se apretaba el estómago con un brazo, y con el otro se rascaba el lado opuesto del cuello mientras refugiaba la mirada entre las plantas de moringa y matazanos que adornaban las cortinas. Algunos indicios de risa le tensaban efímeramente los labios, tras lo cual se levantaba y pretendía arreglar el fregadero, impecable y ordenado, o sacudir un polvo invisible y cósmico que se alojaba sobre la televisión.
-Y el Chepón, que es un tonto, tan bueno que hasta da cólera, decía "no, no, no se preocupe, es un errorcito que se arregla en dos minutos...". Yo volvía a ver a este zopenco- decía dando una palmada en el hombro de Álvaro - y el idiota estaba apunto de reventar de la risa. ¿Yo qué hacía?
-Ah sí, güevón, pero yo no sabía que el tipo era maestro de obras; ahí sí me hubiera visto usté orinándome, seguro.
-Ay, pero pobrecita la familia, usté sabe qué cosa más espantosa, ¿ah? - Cubría así Suiri la conversación con ajuares de moral y culpa.
-Como quiera mi amor; usté tiene razón. ¡Pero ahí usté igual hubiera soltado la risa a patada suelta! Es que ver venir a Chisco Estrada, gordo, peludo, con esa nariz de bolillo de lira, chato como una tapa de caña dulce, entre los cuatro que cargaban la caja y después verle la cara de susto, esos ojillos brillosos de lechón, cuando no cabía la vara. - Pausaba repentinamente para dejar escapar una virulenta carcajada - ¡El desgraciado de Quincho! Si ése es el colmo de un carpintero, que el ataúd no le quepa en la tumba.- Álvaro interrumpía con una voz quebrada y filtrada por accesos de punzante hilaridad.
-¿Pero quién fue el idiota que hizo las medidas?
-Pollo, claro -- y una suerte de bramido breve y generalizado evidenció una picante connivencia -¡Si ese hijueputa hace los círculos con regla!
-Bueno, ¿pero qué hicieron? – Se desbordaba así de Suiri su curiosidad fisgona
-Diay nada, mijita. tuvieron... ¡tuvimos! que agarrar la pala y agrandar el hueco. Si no es fácil, en ese cementerio elegante ponen cemento adentro de la tumba. Hubo que bajarse, y romperlo, y rellenar otra vez, papá, y esperar que secara.
-Imagínese, Suiri, ¿quién se iba a quedar? Si eso lleva como unos cuarenta y cinco minutos - Interrumpe Álvaro. -Sólo se quedó un mojigato ahí, un amigo dicen. Un muchachillo fláccido y esmirriado, de ojillos verde musgo. Tenía el pelo rarísimo, como peinado con gomina, como hacía mi tata. Y ahí se quedó, de pie, viéndonos cavar el hueco y escarbar, y romper el cemento, mezclar, y chorriar, y esperar a que secara, y luego bajar el ataúd. De pie, encorvado como un gancho, sin dejar caer ni una sola lágrima; como abatido, enojado. Después de que cubrimos la tumba, el hombre se fue queditico. Callado, con las manos en las bolsas, volviendo a ver pa' todos lados... y después, ya cuando iba bajando el camino hacia la calle de Curridabat, dice el Cholo que lo oyó cagándose de risa.
-¿Qu'es eso? – expresaba la mujer con desencanto
-Pero este hijueputa no te cuenta que el desgraciado se estaba cagando de risa cuando escarbaba. Tenía que cerrar los ojos y hasta le bajaban las lágrimas de la carcajada que estaba aguantando.
-¡Pues sí! ¿A quién le pasa eso, güevón? Tengo diecisiete años de estar yo en esta vara y nunca, papá, nunca… Había que reírse. Puta. Pero yo no sabía...
-¿Qué?- Pregunta Suiri
-Diay, que el mae era carpintero y, además, maestro de obras.
Marzo, 2009.
Me gusta mucho este, muy fluidito, bien contao y vacilón.
ResponderEliminarCon la escena de Sapiencia Josefina, también se ríe uno, aunque no se lo cree nadie. Ja ja!
Pura vida, edx, la sapiencia es un querer ser... yo pensé en mí en unos veinte años, pensando q tal vez termino así... jaja. gracias por el comentario
ResponderEliminarMae que bien! Me parece muy valioso el asunto de que se percibe cierta continuidad literaria! Está tuanis el tratamiento del relatito
ResponderEliminarPS
Por cualquier cosa soy Fabián...